Sira Quiroga terminaba de hacer una maleta en un hotel de Madrid para regresar de nuevo a Tetuán y reencontrarse con su madre y sus amigos. Marcus no podía ir con ella ya que se encontraba trabajando en una nueva misión de la que no podía contarle nada. Era el comienzo del año 1942, y la segunda guerra mundial cada vez cobrara más fuerza. Unos días después, Sira llegaba a Tetuán y se reencontraba con su madre, con Candelaria, Jamila y Félix. Todos fueron esa noche a la pensión de Candelaria para celebrarlo.
Dolores, la madre de Sira, le comentó a su hija que el taller continuaba con gran éxito. Sira le dijo que estaba ansiosa por volver a ponerse al día, quería tranquilidad en su vida, sólo tenía que esperar a que Marcus regresase con ella. Semanas después, Sira recibió la agradable sorpresa de Rosalinda. Ésta no venía con buenas noticias, al revés. Marcus había desaparecido, nadie sabía nada de él desde hacía tres días.
Capítulo 2: Destino Francia
Rosalinda le dijo que también estaba en la misión de Marcus y que necesitaban de nuevo que regresase Arish Agoriuq. Sira le tuvo que decir que sí para poder salvar a Marcus. Dolores y los demás lo entendieron cuando Sira se lo dijo aunque la volverían a echar mucho de menos. Dolores le dijo que se cuidara, que la segunda guerra mundial era más peligrosa que la propia guerra civil española.
Unos días después, Sira se encontraba en París con Rosalinda. Sira había adoptado de nuevo la identidad de Arish. Su misión sería trabajar en uno de los talleres de costura más importantes de la ciudad. La jefa era la esposa de unos de militares alemanes más importantes de la segunda guerra mundial, podía averiguar muchas cosas. Rosalinda tenía que encontrar unos mapas que estaba buscando en la ciudad Marcus antes de desaparecer.
Capítulo 3: Alto el fuego
Días después, Sira intentaba acercarse a su jefa pero casi no la encontraba en el puesto de trabajo hasta que un día descubrió que se había dejado el bolso. Como excusa, se presentó en su casa por la noche. La mujer, al ver la amabilidad y que no faltaba nada, la invitó a pasar y a invitarle a un té. Sira no dejaba de mirar todos los lados de las casa hasta que llegó al salón de té donde la sirvienta fue a preparles al té.
Minutos después, la sirvienta avisó a la mujer de que tenía una llamada. La mujer salió de la sala. Sira pudo ver encima de una mesita una carta de su marido dirigida a uno de los otros militares importantes. Se escondió la carta en el bolsillo e hizo como si no pasase nada cuando la mujer regresó. Mientras, Rosalinda había conseguido dar con la dirección de la persona que tenía en su propiedad los mapas que necesitaban.